Contraneurosis

La neurosis es un trastorno psíquico sin una alteración orgánica demostrable, el las cuales el juicio de la realidad se halla conservado y hay lucidez. Las personas neuróticas son conscientes de su enfermedad, ya que reconocen sus síntomas, de los que la angustia es el más importante. Con la pluma y sin la espada, una modesta propuesta Contraneurosis.

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Nombre: Lucía Foos
Ubicación: Buenos Aires, Argentina

Joven argentina de 24 años. Estudiante en la Universidad del Cine. Blogger por adicción, guionista en estado embrionario, productora de radio online y mujer imperfecta.

domingo, agosto 27, 2006

El silencio

Una cosa es estar callado, y otra es que haya silencio.

El silencio no se define por ausencia de ruidos o sonidos. Es una entidad propia, no la falta de algo (así como hay algunos tozudos cientistas proclaman al negro como ausencia de color bajo sus estandartes de óptica, deben existir personas desapegadas a la presencia del silencio). El silencio pesa, se mueve, nos recorre el sistema nervioso de la misma manera que ese plato que se rompe, esa tele que se prende o este teclado que me cruje, viejo, esperando acercarse a los años de servicio para poder jubilarse.

Pues sí, el silencio es una presencia fuerte. Vive en nuestra conciencia de su existir (¿qué cosa viva, pregunto, no lo hace?). Digámoslo mejor. Al silencio se lo reconoce inmediatamente. Como la luna, como otras cosas que nos acompañan toda la vida. Hay compañeros eternos; entre ellos, él no es menos importante pero sí más desapercibido.

Nadie negará que hay muchos silecios. ¿Serán una familia?... El silencio padre, ese silencio que provocan sólo algunos profesores, porque exudan miedo o respeto. El silencio anciano, de luto, de velorio; ese silencio de muerte, de que ya no hay más nada que decir que dolor y miedo. No hay mayor prueba de que el silencio se dice, que la prueba incontrolable con la que se grita ese silencio de muerte.

Sin embargo, creo que la estructura familiar no le sienta bien. Él no es tan estructurado. Formal, sí, puede serlo; pero no contiene lazos. Creo que es más bien el mismo manifestándose de distintas formas. Como un arcoiris.

Hay silencios de respeto, de temor, de muerte. Hay también (¡quién no los ha sufrido!) silencios de incomodidad, de sufrimiento: es el silencio que cae con todo su peso de ausencia sobre toda la escena y susurra callado que hay cosas fuera de lugar.

Pero hay silencios hermosos. Silencios de pasión, que suelen acompañar esos besos que son miradas y esos amores que se respiran. Son momentáneos, espontáneos y se cuentan con los dedos de una mano. Son el marco de un momento que, sin el silencio, no sería ni de lejos tan sensual.

Pero hay un silencio muy hermoso, un silencio del que disfrutamos poca gente, en proporción. No somos afortunados. Simplemente es el silencio específico del oficio.

Cuando se tiene público, y se es (o se intenta ser) músico, existe un silencio único. No es sólo el silencio respetuoso; es también amable, cordial. Es un silencio tan presente, tan indispensable para quien canta, o toca, que nos llena de alegría por el mero hecho de existir. Es un silencio vivo, que permite al músico ejercer, sin el cual el músico tampoco podría existir.

Tener el privilegio de escuchar su silencio, es una de las cosas más lindas que me ha pasado jamás.

martes, agosto 01, 2006

Viajando (in-quietudes)

Estar de viaje es una de las experiencias más estimulantes que pueden haber. No de ningún lado sale la famosa frase popular "Uuh, fue un viaje...".

Creo que aparte se vuelve adictivo. Puedes vivir toda tu vida en tu ciudad, tu pueblo y tu campo y ser feliz. No es necesario viajar. Pero una vez que empezás a moverte, a caminar, es imposible no vivir en la nostalgia del camino. No se vuelve nunca; se llega de nuevo a un mismo punto, pero eso no es volver. Siempre es para adelante, en esto me pongo heracliteana: un río no es nunca el mismo río... Uno cambia. El río cambia. El agua es otra, las gotas cambian; uno no es el mismo la primera y la segunda vez. No es el mismo río. Si el viaje me enseñó lo quieto que está todo en la Naturaleza, también me enseña lo irreversible y mutante que es la vida (porque el viajar sí es uno solo, y no hay varios viajes). Lo trágico de cada segundo que pasa, lo único de cada inhalación. Definitivo, como morir a cada parpadeo.

Ahora que he comenzado a viajar, sé que no voy a poder parar. Sé que voy a volver, aquí o a donde sea, porque al final todos son un solo viaje. Volver a la ruta, al movimiento. Viajar es fantástico. Es dinámico, y sobre todo, es antirutinario. Nada es rutina fuera de casa, porque fuera de casa todo se siente provisorio. Por más que te vayas el tiempo que te vayas y te quedes todo el tiempo en el mismo sitio, haciendo lo mismo. Por más que emigres, por más que te exilies. Una vez que tenés una referencia exterior, ajena, inalcanzable, el hoy pierde fuerza reflejándose en el retorno. ¿Acaso lo más lindo de los viajes sea contarlo?... No lo creo. Viajar sola es hermoso. La ciudad misma te acompaña, es la ciudad la que te pregunta, cómo estás? Todo bien?... Es la ciudad la que te abraza, la que te hace el amor.

Por el mismo hecho de vivir, de sentir cosas nuevas, los viajes a uno lo cambian. A mí me cambian. Pero más privada que públicamente. Estoy acelerada, super apurada por vivir. Apurada por quedarme, por volver
a estar entre calles porteñas
y por perderme en París.
Apurada por respirar frío,
por abrazar edificios y humedad;
por sentarme en la rambla y pensar
que no hay rambla como esta
que no hay río como aquel
que no hay mar como este mar.
Apurada por vivir y por amar,
por sufrir y por gritar
de alegría y de amargura,
de tristeza y de locura,
de cariño y soledad.

Solo viajar me hace sentir tanto goce junto.