Contraneurosis

La neurosis es un trastorno psíquico sin una alteración orgánica demostrable, el las cuales el juicio de la realidad se halla conservado y hay lucidez. Las personas neuróticas son conscientes de su enfermedad, ya que reconocen sus síntomas, de los que la angustia es el más importante. Con la pluma y sin la espada, una modesta propuesta Contraneurosis.

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Nombre: Lucía Foos
Ubicación: Buenos Aires, Argentina

Joven argentina de 24 años. Estudiante en la Universidad del Cine. Blogger por adicción, guionista en estado embrionario, productora de radio online y mujer imperfecta.

martes, abril 04, 2006

Perder el tiempo

Acaso conseguir una vocación verdadera sea sólo privilegio de unos cuantos.

La máxima dispersión entre actividades abre el vacío, la poca dedicación a cada cosa. En los puntos de inflexión de la vida somos los muchos quienes tomamos el camino esperado.

Las tentaciones alternativas son tomadas pasivamente como entretenimiento, distensión, conocimientos opcionales, adjuntos. No hacer carrera de ellos, no se tienen los huevos necesiarios.

Asss este es un post obsoleto. No sirve. Caigo otra vez en la nada de las responsabilidades. Un nuevo ritmo de vida en mi vida: las ojeras empezaron a hacer nidos estables en mi cara. No laburo y sin embargo no sé cuándo estudiar. Descuido a mis amigos, a algunos no los veo hace tanto... a la mayoría no los veo hace tanto, ¿cómo puede ser? ¿Qué hago con mi tiempo? Si en el estudio también me atraso...

Este ritmo inabarcable que lleva el tren que se va, tren de las opciones desechadas, que siempre va tanto más cargado que los faroles que dejamos en el camino de la elección.




¿Escribiré raro a propósito?

domingo, abril 02, 2006

Las quietudes

Todo quieto.

Sucede que hay tormenta en un parque nacional. Los árboles se sacuden, sus ramas se quiebran. Los animales, que no se ven, se esconden y se protegen (¿acaso nosotros, urbanos, sabemos lo que es no poder esconderse de la lluvia?). Todo se mueve, todo es, finalmente, movido. Hizo falta la fuerza del viento y del agua para mover la eterna quietud de las cosas, de la naturaleza.

Un árbol, vencido, cae. Ahí quedará por quién sabe cuánto tiempo. Los turistas de sucesivas generaciones lo veremos, algunos repararemos en él, otros no. Si se pudieran juntar todas sus memorias, observaríamos la evolución del musgo a su al rededor, cómo se fue pudriendo, mutando, ya muerto. Su historia quedará definida en fragmentos de memoria que quizá desaparezcan no mucho después. Eso es lo efímero, la memoria, la ignoracia.

Quedará siempre quieto, sin cambios bruscos. Siempre los cambios bruscos, el movimiento, las perturbaciones, habrán de venir de afuera: algún cuirioso nostálgico le habrá quitado un pedazo de corteza, de souvenir; o alguien pasando por arriba lo habrá derrivado, girado. Ningún animal le haría eso. El árbol cayó demasiado cerca de la ruta como para que haya animales que lo perturben.

Nosotros, los urbanos, estamos acostumbrados al constante movimiento, a la constante mutación de las cosas. Las casas se derriban para construir edificios. Los semáfaros cambian de luz. Las calles se ensucian, se limpian. La gente camina, circula, opina, trabaja, en movimiento. Nada permanece quieto. Ni siquiera en la privacidad.

Estamos tan acostumbrados a que las cosas se muevan, que olvidamos que lo que las hace moverse es siempre algo de afuera. Alguien activa sobre ellas, imprime acción, actividad, cambio. Sino, las cosas se quedarían quietas. Esa es su naturaleza: la quietud. La inmobilidad. Y esa es la naturaleza que reina en la mayor parte de las cosas del mundo.


Dejás la botella de agua afuera de la heladera. Aparece adentro y con más agua.
Dejás la ropa sucia en cima del lavarropas. Aparece doblada y limpia en cima de tu cama.
Dejás los platos sin lavar en la pileta. Aparecen limpios y secos en sus estantes.


Las madres actúan de mobilizadoras. Hay que ayudarlas. Su acción modifica las quietudes más fundamentales de la vida, las que no pueden nunca seguir quietas.


Es increíble lo quietas que se quedan las cosas, y lo vacía que se ve la casa, cuando ellas no están.