Contraneurosis

La neurosis es un trastorno psíquico sin una alteración orgánica demostrable, el las cuales el juicio de la realidad se halla conservado y hay lucidez. Las personas neuróticas son conscientes de su enfermedad, ya que reconocen sus síntomas, de los que la angustia es el más importante. Con la pluma y sin la espada, una modesta propuesta Contraneurosis.

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Nombre: Lucía Foos
Ubicación: Buenos Aires, Argentina

Joven argentina de 24 años. Estudiante en la Universidad del Cine. Blogger por adicción, guionista en estado embrionario, productora de radio online y mujer imperfecta.

lunes, diciembre 18, 2006

Anoche contigo

Un pequeño homenaje a un grande, que como una sudestada arrasó Buenos Aires dos noches seguidas, cereza del postre de una gira internacional en la que pisó varias ciudades argentinas...

No nos dejes nunca sin tu poesía, Joaquín!...

Nos has enseñado que amar no tiene nada que ver con los cuentos de hadas, que a veces ser fiel a sí mismo es mentir a los demás, y que se puede, sí se puede!, salir de la droga.

A veces lo único que queda por decir es... ¡gracias!



Cuando le dije que la pasión
por definición no puede durar,
¿cómo iba yo a saber
que ella se iba a echar a llorar?

No seas absurdo me regañó,
esa expliacación nadie te la pidió,
asi que guardatela,
me pone enferma tanta sinceridad.

Y así fue como aprendí
que en historias de dos
conviene a veces mentir,
que ciertos engaños son
narcóticos contra el mal de amor.

Yo le quería decir que el azar se parece al deseo,
que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de boxeo,
que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan,
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.

Yo le quería decir la verdad
por amarga que fuera,
contarle que el Universo era más
ancho que sus caderas.
Le dibujaba un mundo real
no uno color de rosa,
pero ella prefería escuchar
mentiras piadosas.

Y cuando por la quinta cerveza
le hablé de esa chica que me hizo
perder la cabeza, estalló:
"¿vas a callarte de una vez por favor?".

Y así fue cómo aprendí
que en historias de dos
conviene a veces mentir,
que ciertos engaños son
narcóticos contra el mal de amor.

Yo le quería decir la verdad
por amarga que fuera,
contarle que el Universo era más
ancho que sus caderas.
Le dibujaba un mundo real
no uno color de rosa,
pero ella prefería escuchar
mentiras piadosas.

martes, diciembre 05, 2006

Un guión para comic

Se despierta. Con los ojos descubre que está en un cuarto del tamaño del colchón que cubre todo el suelo. Un techo desconocido, como no podía ser de otra forma. Un tipo al lado. Lindo tipo. Ronca un poco, pero bueno. Si se lo mira un rato, piensa, acaba pareciendo un niño. Y se acuerda de que si se le escucha hablar un rato, parece un niño con problemas de adulto que no sabe encarar. Pero también, ¿quién lo sabe? Sonríe y vuelve a mirar el techo. Ambos están vestidos. Se relaja, y se da cuenta de que llegó el momento de recordar la noche y ver cómo cuernos terminó ahí.

Cierra los ojos y repasa. Cena, cerveza, cigarrillos, whisky, más cigarrillos. Ella sola con ocho hombres en torno a la mesa, entre los que se cuenta un viejo amor inconcluso (que parece haberse resuelto esa noche, o al menos postergado). Más tabaco, más whisky y las charlas sobre descolonización, Europa, trabajo, sexo, drogas y más whisky y más tabaco. La charla con el que fue alguien y hoy es un tipo roncando vestido a su lado. Que sean amigos hiere el ego, pero también alivia; al fin y al cabo, no sólo se supone que está de novia, sino que el mayor elemento de sufrimiento era no saber qué mierda le pasa por la cabeza al Señor Ronquiditos. Se da cuenta de que la deja mucho más tranquila y en control de la situación el ser amigos y entender su marote, en comparación con cogérselo cada tanto y sufrir como una perra ante el gran signo de pregunta o puntos suspensivos que es (o son) su mirada.

Pero a pesar de eso ha ido allí con él y el dueño de casa, a drogarse a las 6am. Y le cayó como el culo. Evidentemente la marihuana que le venden a uno es orégano molido; sindo la primera vez que fuma algo casero, contando los whiskys y el paquete de viente vacío, no tuvo mucha resistencia. Una visita al baño en la que no vomitó, por suerte, pero se dio cuenta que no podía volver así a su casa y se quedó dormida en el colchón del tamaño de la habitación. Concluye que él debe haberse acostado un rato después. Y luego se despertó y empezó a repasar.

Bien. Dado que recuerda todo, se propone pensar: ¿he hecho lo correcto? Llega a la conclusión de que lo mejor y más racional hubiera sido irse cuando todo murió en lugar de ir ahí por falopera. Se avergüenza. No sabe si levantarse, irse, dormir, quedarse o lavarle la cocina al dueño de casa. Afortunadamente suena el teléfono y éste se despierta. Aprovecha para pedirle un café y él le dice si ella quiere hacérselo. Tanto mejor para ella, puede seguir divagando en su materia. De modo que pone la pava y vuelve a pensar.

Piensa en fumarse un pucho, pero decide que le da asco el tacabo por la mañana. Aparte, quiere dejar. Y se queda pensando.

Ella ha decidido, hace un tiempo, regir su vida sobre dos carriles: la salud y lo correcto. Lo correcto es claramente subjetivo, y para ella está ligado indisolublemente a la salud. Salud en el sentido de no enfermdad, no malestar. No a las situaciones incómodas o vergonzosas, por ejemplo. Se pregunta cómo podría haber evitado esta (la de despertarse en la habitación del tamaño de un colchón de dos plazas con un reciente amigo y ex amante, que dicho sea de paso no es el dueño del lugar, a quien conoce realmente poco), mientras toma café en la cocina. Y finalmente se da cuenta de que es joven. Que vale hacer esas estupideces poque es joven. Que no tiene que esperar de sí misma tanta coherencia todo el tiempo, tanto "debo irme cuando corresponde". Que no está mal no irse cuando corresponde porque es joven, y cuando uno es tan joven como ella (y no un niño ni un adulto) tiene el privilegio de hacer lo que se le dé la puta gana, y equivocarse todas las veces que quiera. Porque, si no es ahora, ¿cuándo, mierda?

Así que, fantástico. Es hora de bajar las exigencias, decide. Terminarse el café, despuertar al dueño para que le abra, e irse en bondi, pensando en que tiene una anécdota más para recordar cuando todo este tiempo haya pasado.